Cuando me preguntan qué tal es Bangkok me es difícil responder… ¿De qué les hablo? ¿Quizás de la Bangkok de los templos, de la moderna de la zona de Siam, de los mercados, de la ciudad transformada durante el Songkran o de los infames barrios rojos?
No lo sé, no estoy segura de cuál es la manera correcta de contar una ciudad de tantos contrastes.
Mis recuerdos están llenos de personas sonrientes, templos, muchos templos, y una oferta ilimitada de cosas por hacer. Aun con una lista de lugares por visitar y cosas por hacer que preparamos con antelación, resultaba complicado ponerle orden al día. Desde mi experiencia, quizás eso es lo que mejor describe a Bangkok: agitación.
Con tantos «checks» por hacer, decidimos llevar nuestros primeros días en Bangkok con calma, quedándonos lo necesario en cada lugar para conocerlo a fondo y, claro, para descansar del calor del verano.
Capítulo IV: Los templos
Los templos tailandeses son fascinantes, repletos de cientos de pequeños detalles de decoración, mosaicos en los marcos de las puertas y ventanas, guardias a sus entradas y puntas que se elevan como queriendo tocar el cielo.
Poco sé de arquitectura, pero no me llego a imaginar el trabajo que requiere lograr construcciones así.
En su interior, los muros se decoran con pinturas que cuentan la historia del Buda y del budismo en Tailandia. Realmente, es fácil quedarse varios minutos detallando lo que está haciendo cada persona en estas escenas. Si uno a sumergirse en la cultura tailandesa, los templos son lugares idóneos para hacerlo.
No dejan de ser menos increíbles las estatuas de Buda. Siempre hay una estatua de gran proporción ubicada en el centro del templo, usualmente mostrando a un Buda sentado en posición de loto, y a su alrededor se ubican decenas de estatuas más pequeñas del Buda y de monjes meditando (que son hechas de forma muy realista en cera). Claro, también están los adornos florales y los cajones de madera que resguardan las ofrendas.
Pero los templos no son solo lugares de meditación. Me impresionó que, en realidad, son un complejo de edificios con múltiples propósitos: está la sala de ordenación, las chedis que protegen los restos de personas de importancia histórica, las escuelas para monjes, las tiendas de souvenirs y los puestos de comida. Incluso, ¡algunos tienen espacios de masaje thai!
En lo que uno recorre cada templo se pueden ver distintas formas de hacer méritos para lograr reencarnar en una mejor posición en su próxima vida; para los budistas tailandeses, que siguen el budismo theravada, la vida que tienen ahora es resultado de las acciones de su vida pasada (karma).
Por tanto, uno ve que las personas dejan bahts en unas bolsitas plásticas que cuelgan de una cuerda atada desde la punta de una chedi, que bañan las estatuas que representan las 7 posturas de Buda (y los 7 días de la semana), que encienden 3 inciensos y los clavan en un gran cuenco y que dejan sus ofrendas florales a los pies de Buda. Nunca le dan la espalda (y uno tampoco debería).
Además, por el Songkran, los templos ganan adornos que solo se ven en esta época del año. Se ponen ofrendas de flores amarillas por todas partes, se dejan cuencos con agua para que los creyentes bañen las estatuas de Buda en símbolo de respeto, se construyen chedis de arena y se levantan carpas con decenas de sillas para llevar a cabo actividades.
De hecho, si bien visitamos templos icónicos como Wat Phra Kaew (Templo del Buda de Esmeralda) y Wat Pho (Templo del Buda Reclinado), mi favorito no puede ser otro que Wat Suthat, en Chinatown. ¿Por qué? Porque allí viví eso de «lo que estás buscando te encuentra».

Songkran en Wat Suthat
Más que la gran fiesta de agua que ha popularizado el Songkran, yo quería vivir la parte más tradicional de la celebración. Y justo en Wat Suthat vimos una tarima montada. «Seguro van a hacer algo, ¿pero cuándo?», pensé.
En fin, seguimos caminando.
Para refrescarnos del calor, compramos algo que se volvería una obsesión: un smoothie de mango. Delicioso. Luego, un smoothie de sandía. Y luego otro de mango. Y en lo que estábamos bebiendo, de la nada se nos acerca una señora para decirnos: «A las 6 va a comenzar el evento, ¡vayan y cogen silla que ya se están acabando!«… bueno, algo así.
«¿Evento? ¿Cuánto falta para las 6?», le pregunté a Diego. Faltaban unos 20 minutos y, emocionada, fuimos a ocupar un asiento. Mientras esperábamos, sonaba lo que entendimos que era la canción oficial del Songkran, ¡sorprendentemente tenía una parte en español! Claro que la shazameé y ahora la tengo en mi playlist.
La celebración fue espectacular: grupos cantando, otros bailando con hermosos vestidos tradicionales, incluso otros con títeres y una increíble habilidad para moverlos.
Lo mejor fue cuando comenzaron a invitar a personas del público para pasar al frente. No me animé a levantarme por mí misma, pero Aoi, una chica de Bangkok que conocimos allí, nos lanzó. Gracias a ella y a las personas que estaban allí, bailamos en el templo en una noche de luna creciente en lo que, sin duda, es uno de mis recuerdos favoritos de Bangkok.
Capítulo V: Chinatown
Aunque Wat Suthat fue mi punto favorito, es cierto que no hay mejor postal de Chinatown que Yaowarat Road.

La primera vez que llegué a Chinatown fue en una moto de Grab que justo recorrió esta calle, y la postal fue extraordinaria: los grandes letreros, sumado a los tuk-tuk y los puestos de comida tradicional china crean una imagen que solo se puede ver aquí.
Caminar entre sus callejones es ver mercancía de todo tipo y precio. De la comida ni hablar… si bien el fuerte es la comida china, como no podía ser de otra manera, también se encuentran platos de otros países de oriente como Corea. De hecho, aquí comimos uno de los mejores corn dogs.
Con comercio, bullicio, aun así, hay lugar para templos. A diferencia de los templos budistas tailandeses, los templos budistas chinos no son tan extravagantes en su decoración. Pero ojo, no dejan de ser impresionantes.
El color rojo con toques dorados predomina en el ambiente: en los marcos de las puertas, en las linternas, en los altares. Las imágenes de Buda y las pinturas de las paredes también tienen su punto diferencial; cada cultura logró una estética particular para representar a Buda y expandir el budismo. Y como se puede esperar, las representaciones del horóscopo chino también están presentes.
Chinatown de Bangkok es uno de los barrios chinos más grandes del mundo y se nota al recorrerlo. Y tan interesante como caminarlo es conocer su historia.
Breve historia del Chinatown de Bangkok
Todo empieza cuando el rey Taksin del reino Thonburi (quien liberó a Siam de los birmanos tras la caída de Ayutthaya) ubicó a la comunidad de la etnia Teochew en Sampheng, al lado este del río Chao Phraya. Ya que Taksin compartía lazos con la etnia, ayudó a que la comunidad prosperara, aunque en detrimento de la etnia Hokkien que ocupaba el lado oeste del río.
Cuando el general Chao Phraya Chakri dio el golpe de Estado en 1782 se convirtió en el rey Rama I del reino Rattanakosin (reino que sigue gobernando Tailandia en la actualidad). Así, una de sus decisiones fue construir el Gran Palacio Real justamente en Sampheng, por lo que los Teochew debían ser reubicados a un terreno que, en ese entonces, era pantanoso y de difícil acceso, que es donde está hoy Chinatown.
Dicen, claro, que esa decisión estuvo motivada por los lazos étnicos que Rama I compartía con los Hokkien (y para desmotivar a los seguidores Teochew del caído rey Taksin).
Poco a poco, y gracias a la firma de un tratado de libre comercio con el Imperio Británico, el área que habitaban los Teochew se volvió de alta relevancia comercial, tanto así que atrajo más inmigrantes chinos de distintas etnias. El distrito se modernizó y, con la expansión de la ciudad, se presenta hoy como la meca de la cultura china en Tailandia.
Capítulo VI: Siam
Hace unas pocas líneas atrás hablé de Siam. Este fue el nombre del país hasta 1932, cuando se pasó de ser una monarquía absolutista a una constitucional y cambió al nombre que conocemos hoy. Siam, el distrito, es uno de los más modernos de Bangkok. Sus enormes rascacielos, lujosos restaurantes, tiendas y centros comerciales lo delatan.
Lo que más me gustó de Siam no fue recorrerlo, sino que me abriera la puerta a conocer más del reino que tenía este nombre. Aunque claro, sería injusto decir que no disfruté de las inesperadas batallas de agua del Songkran que encontramos por aquí, ¡incluso más grande que la de Khao San!

Volviendo a la historia, la del reino de Siam es fascinante, larguísima y rica.
Desde los primeros asentamientos Thai y la indudable influencia de la cultura china e india, pasando por el reino de Sukkothai (hoy en ruinas que por supuesto visitamos), siguiendo por el caído reino de Ayutthaya que los birmanos quemaron hasta los cimientos y llegando al actual reino de Tailandia (cuyo centro de poder es Bangkok), lo chévere de viajar por este país es que su historia se puede recorrer más allá del libro.
Ahora, volviendo al distrito de Siam, en Bangkok, es la zona top para los jóvenes de hoy, tal como fue Wang Burapha para los jóvenes de los años 50 y 60. Su importancia comenzó con la apertura del centro comercial Siam Square en 1965 y, desde entonces, solo ha aumentado.
Actualmente, se encuentran importantes centros comerciales como Siam Paragon, Siam Center y MBK, además de la Universidad de Chulalongkorn y el parque Lumphini, el más grande de la ciudad. También, está bien conectado por una estación del BTS. Pasar por aquí es obligado para conocer la cara más moderna y neurálgica de Bangkok.
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