Caminando por el templo Wat Ratcha Thani, en Sukhothai, de repente una pregunta capturó mi atención: «Where are you from?». Buscando al poseedor de esa voz, giré mi cabeza para observar a quién había hecho la pregunta. Un monje había sido el autor. Nunca imaginé que en nuestro viaje por Tailandia un monje tuviera curiosidad sobre un par de extranjeros. Animadamente respondí: «Colombia», a lo que él contestó: «Is that America?». Orgullosa, enfaticé: «Latin America».
Ahí se levantó de su asiento y, con señas, nos lo ofreció. Trajo otra silla y se sentó a nuestro lado. Comenzamos a hablar sobre nuestros países, ubicación, política, economía y religión… «Colombia queda aquí, hay corrupción y delincuencia en las ciudades, un litro de gasolina vale esto, Colombia produce esto… Ah, ¡es similar que Tailandia! Somos católicos y también creemos que el cuerpo es el hogar del alma».
El monje, cuyo nombre es Ram, nos compartió fragmentos de tradición budista, pero en el fondo era solo un hombre, como nosotros, transitando en este mundo. Se notaba por su cercanía al hablar con nosotros que no era alguien superior, ni creía serlo; de igual a igual… «No me importa tu trabajo o tu dinero, solo me importa lo que hay adentro, lo que hagas con eso… todo está adentro. Nosotros reencarnamos 500 vidas antes de alcanzar la iluminación, de la meditación no obtienes nada, la meditación se trata de dar».
Pronto, nos sorprendió con una invitación que despertó toda mi curiosidad: «Si quieren mañana pueden venir para recoger las donaciones y en la tarde hacemos una meditación, es una experiencia de una vez en la vida, les enseñaré a mostrar respeto al Buda y a meditar», dijo. ¿Cómo podría rechazar?
Bueno, puedes salir de Colombia, pero Colombia no saldrá de ti… Respetuosamente, pregunté si eso tendría algún costo porque dicen que de eso tan bueno no dan tanto, pero con generosidad sí… El monje simplemente dijo que él no podía rechazar una donación si a nosotros nos nacía hacerla.
«La donación como la meditación se trata de dar, ¿me entiendes? Seguro mañana me entiendes».
Luego de hablar de nuestros planes, acordamos la hora: 5:50 a.m. nos veríamos en el templo para la meditación. Al coordinar los detalles, seguimos hablando del budismo, de cómo los guardianes protegían las puertas del templo y cómo ellos no dejaban pasar a nadie que tuviera malas intenciones. También nos dijo que llevaba siendo monje 7 años, que quería dedicar su vida a la meditación. Y nos habló brevemente del octuple sendero, de no mentir y no tener conductas inapropiadas, sobre todo porque el día de mañana íbamos a meditar.
A la mañana siguiente nos vimos a las 5:50 como acordamos, nos explicó el concepto y la técnica del pu-toh (pu=inhalar, toh=exhalar). Dijo: «Siempre, en todo lo que hagas, recuerda el pu-toh… Pero si quieres algo de la meditación, no estás meditando, la meditación es para dar. Concéntrate en el suelo si te distraes mucho, pu-toh, eso trae conciencia… Vamos a caminar meditando en el pu-toh.»

Y así lo hicimos. Recibimos donaciones mientras meditamos. Luego, el monje nos dio parte de las donaciones que recogimos, pues dijo que para él y los otros monjes tenían suficientes. Los monjes budistas solo viven de las donaciones de los creyentes. Luego, nos invitó a la meditación de la tarde.
Cerca de la puesta de sol volvimos al templo luego de recorrer el Parque Histórico de Sukhothai. En esta ocasión nos enseñó a presentar respeto al Buda 3 veces, una para el Buda, otra para el templo y otra para los monjes. Luego, vimos las 4 poses para meditar, acostado, sentado, de pie y caminando… Siempre con pu-toh para traer la consciencia y recordando que meditación es dar. En esa concentración cada quien comienza a explorar su mente.
Fuimos al templo 2 días más para acompañar al monje Ram a recoger las donaciones. La última vez que nos vimos, el monje me dio una flor para ponerla en los pies de Buda.
Este es uno de los recuerdos más especiales de nuestro viaje por Tailandia y, aún hoy, seguimos hablando con el monje Ram gracias a las redes sociales.
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