Hace 1 año empecé a correr.
Sí, yo, la que en una clase de educación física del colegio fingío desmayarse solo para no tener que correr más.
Esos eran otros tiempos.
Creo que el cambio más importante que me ha permitido el running no ha sido en mi cuerpo, sino en mi mentalidad. Correr es más que cumplir con un kilometraje, es una constante lección de fijación de objetivos realistas, disciplina, confianza en el proceso y gratitud.
Fijación de objetivos realistas
Con mucho cariño recuerdo cuando decidí comenzar a correr, pues veía con admiración a esas personas que cada domingo atravesaban la ciclovía solo impulsados con sus piernas. En ese entonces la vida se sentía más pesada, pues había dejado de lado muchos objetivos propuestos y no quería que este proyecto se sumara a la lista de los sueños sin cumplir.
Sin tener equipo, saqué los leggins con los que ensayaba en la batucada, la chaqueta cortavientos de la Universidad de La Salle y, sin otra opción, me calcé los zapatos más deportivos que tenía: las botas de invierno de principiantes de Quechua. No había excusa.
Me vestí, salí al parque y puse el cronómetro en mi celular: 5 minutos. Eso era todo lo que necesitaba para comenzar el hábito. Nunca sentí el paso del tiempo tan lento. Cada paso me costaba y el oxígeno no corría por mi cuerpo, pero cada paso me enseñaba que solo necesitaba dar uno más para llegar a la meta. Con lentitud, sonó la alarma. ¡Lo logré!
Disciplina
Cada día aumentaba un minuto, luego otro y otro más. Cuando logré mi primer kilómetro me sentí genial. Pero no salté a hacer dos. Mi proceso, más bien, ha sido lento y de mucho disfrute.
El click de la disciplina llegó cuando me inscribí a mi primera carrera en enero del 2024: Árboles Para Mi País. Sería una ruta de 10K por el parque Jaime Duque, en la que, al final, sembraría un árbol en su reserva ecológica.
Tenía poco menos de 3 meses para entrenar, pues hasta entonces no tenía una rutina establecida. Gracias a este video de las chicas de Por Partida Doble, comencé a correr con un plan de entrenamiento claro, sin excusas. Y el día de la carrera, la terminé feliz y con energía.

Confianza en el proceso
Luego de conseguir este objetivo que me llenó de brillo los ojos, tomé una breve pausa del running para recuperarme de un dolor en la rodilla y, también, para viajar a Tailandia, no sin antes haberme inscrito a la siguiente carrera: la icónica Allianz 15K.
Lo más impresionante es que el objetivo más ambicioso que me había propuesto era correr 5K y luego 10K. Pero aquí estaba, preparándome para una 15K.
Cuando me diagnosticaron síndrome de la cintilla iliotibial (rodilla de corredor), inicié sesiones de fisioterapia. Confíe en que sanaría si respetaba los tiempos de recuperación. Y así fue. Con mucho cuidado retomé el entrenamiento. Y el día de la carrera, aunque con mucho esfuerzo, la terminé.

Gratitud
La siguiente carrera fue especial. En la Carrera por el Nido Verde, en Iza, Boyacá, corrí junto a mi papá. Por supuesto que con sus 57 años y toda una vida de actividad física me ganó.

Ese mismo fin de semana, me inscribí al gran reto de este año: la Media Maratón de Bogotá, claro, en la distancia de 21K.
Hoy cumplo 3 semanas de entrenamiento para esa carrera. Y no puedo estar más agradecida con la Tati del pasado por animarse a salir esa mañana fría a correr esos 5 minutos, con mi cuerpo que ha superado una lesión y con el camino recorrido que me ha enseñado que la satisfacción de quedarse en la cama caliente nunca será mayor a la que siento cada vez que cumplo el objetivo que me propongo, no solo en el running, sino en la vida.
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